Desde la pena que me dejó la desesperación de mil abandonos
recalo en tu regazo de tierra que siempre soñé sin saberlo
de besos sin fronteras donde naufragar cada tarde del año
de pecados que se deciden al borde de los caminos vacíos
de olvidos para aquellos besos adorados al final del tiempo
de tormenta sin llanto que reventó insomne las vidas oscuras
de cariños amarillos y celestes que se hacen sin aspavientos
de canciones que se escuchan al compás de emociones
de orgullos arrojados con baldes de llanto sobre la noche
de mensajes que se persiguen como jinete sin penas que curar
de guitarras repicando de madrugada para dar compás al coito
de cobijos que se logran durmiendo debajo de las horas lindas
de claveles como susurros entrando a salpicarte la piel
de una gota que va restañando lastimaduras en las flores
de giro preciso de una mano que me perfuma cuando me toca
de sangre que nunca manchará la tarde con dolores extraviados
de gestos congregados en dulces ceremonias de entrega matutina
de reflejos nacarados en el borde de nalgas quebrando la paz
de manojos de hierba recogida a las horas tristes del corazón
de clamores que giran al fondo de una ola reventando dormida
de secretos acuñados en las piedras de un patio sin leyendas
de venganzas inútiles oprimiendo las coplas de los copulantes
de ojos brujos saltando entre centellas del ébano al azabache
de plazas que esconden al sol para que los días no lo sequen
de faenas para plantarse con soberbia a herir un querer caduco
de un papel que vuela regando palabras y vengando soledades
de jardines rellenos de luces tibias y aromas de jazmineros
de vidas que retozan sobre los abismos con alegría limpia
de tu garganta robándome los dedos al salir de la regadera.
® Alfredo Cedeño
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