Como un pájaro abochornado de soledad y sinsabores
sus labios me engañaban cuando me lanzó a la calle
por maledicencias de afrentas que sólo pude pensar.
Después los instantes se fueron convenciendo solos
y los pianos marcaron ritmos extraviados en claves
que sonaron como un te quiero de compromiso vacío.
Al final las tardes no fueron espectadoras de amor
o gestos nobles, sólo miradas asesinas naufragando
en medio de un fárrago de muecas errantes y solas.
® Alfredo Cedeño
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