Una bendición tardía o un regalo de los demonios que me amamanten
fueron tus pies de tobillos en flor con presagios de noches como arena.
Un piélago desamparado o una isla paradisíaca donde naufragar famélico
fueron tus rodillas señalándome precisas el camino como faro de caramelo.
Una jácara despreocupada o un canto fúnebre dulce que me arrullen
fueron tus manos de muñecas delicadas como tu boca llenándome vil.
Un aroma de pan fresco o el del pasto recién cortado embriagándome
fueron tus axilas exigiéndole arrullos obscenos a mi lengua desalmada.
Una serenata enamorada o una balada insolente que me encandilen
fueron cada mañana con tu ombligo entregado a mis dientes y lengua.
Un sombrero ancho o una gorra de escasa visera que me ampararan
fueron tus pezones ensartados a los míos con delicada desvergüenza.
® Alfredo Cedeño
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