La muchacha deambula con piernas duras
y ganas que nunca han sabido hacer brotar.
El muchacho vagabundea con hermoso porte
y sin poder entender las miradas lascivas.
La mujer merodea tiendas así al descuido
y no sabe qué hacer con su sed por follar.
El hombre pasea sus ingles en celo eterno
y no encuentra a quien colocar horizontal.
La abuela se acomoda en un banco tosco
y disimulada arregla su prótesis en la boca.
El abuelo camina lento con vigor menguado
y mira en paz lo que en su vida es pasado.
Los niños hacen de los pasillos su paraíso
y sus carcajadas limpian de miserias la vida.
® Alfredo Cedeño.
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