Ella nació en Malpica, en las costas de Galicia, y el Atlántico la arrulló
ante las cruces de Costa da Morte hasta que la miseria y la soledad
la encaramaron en un barco que la soltó en La Guaira llena de miedos.
Ahora trata de pescar un rayo de sol entre los edificios de Caracas
para blanquear la camisa del marido que se gana a ceño fruncido
el pan y las sardinas que asan los días de fiesta a la vera de un parque.
Él nació en Cefalù, donde Sicilia se queda viendo el Mar Tirreno con sed,
y dio saltos por entre las tres seculares naves de la antiquísima catedral
cuando se preparaba para tomar la primera comunión y la nueva novia.
Hoy languidece entre tres sillones de barbero que pudo comprar años ha
y piensa melancólico en el culo de Marlene la cocinera dominicana
que trabaja en el minúsculo comedero que está tres puertas mas allá.
Ella nació en Vilaflor en las laderas de El Teide con Tenerife a sus pies
oteó la mar océano desde que su madre la amamantaba plantada
de cara fresca y esperanzas nunca marchitas de una vida mucho mejor.
Ahora escoge con mano precisa unas papas en el mercado de Guaicaipuro
y le discute al vendedor que en una semana aumentó dos veces el precio
mientras recuerda a su Martín que anoche se arrocheló rico en su seno.
Él nació en Sagres, plena punta de Portugal que rasca la barriga del Atlántico,
bajó sus acantilados para revolcarse en sus playas doradas junto a la María
sagrada conjunción que lo arrojó en tiempos de Salazar a tierra venezolana.
Hoy se escabulle entre el tráfico descojonante que acogota a Caracas
va pescando pasajeros con su decrépito Dodge Dart que todavía sirve de taxi
para perseguir el pan y la leche que aún sabe llevar a casa cada tarde.
Ella nació y aprendió a corretear por las calles de Le Panier en Marsella
sus retorcidos callejones se fueron asentando en su forma de ver y vivir
el Mediterráneo le prestó el tono a sus ojos y el vaivén a sus caderas.
Ahora dormita a las puertas del local de masajes que regenta en Chacao
una maraña de arrugas y torpezas cubren a la que fuera la más solícita
de todas las mancebas de alquiler en la que hace años fue Sucursal del Cielo.
Él nació en Cartagena de Indias y se hizo hombre saltando entre murallas
con el ronroneo del Caribe enlazado a los cuentos de piratas que la abuela
empleaba cada noche para dormirlo con voz en ritmo de cumbia suave.
Hoy sube sin miedos las escaleras interminables de los cerros de Petare
su mujer y los muchachos son la mejor recompensa a la jornada de albañil
en la casa nueva del político oficial que ayer le ofreció documentos legales.
Ellos van llenando de grandes dignidades y pequeñas miserias la ciudad
entre sus laberintos que a veces quieren devorarla mientras se riega áspera
y llena de resabios a los pies del cerro El Ávila que no ceja en ampararla.
Ahora gozan y sufren este galimatías de covachas, mansiones y edificios
ya perdieron la melancolía por la patria nativa proclamándose caraqueños
de la más legítima cepa que nunca pudieron haber paseado por estas calles.
® Alfredo Cedeño
1 comentario:
Caracas.....
Cobijas en todo lo ancho y largo de tu ciudad
todo emigrante que viene ha sembrar nuevos sueños y esperanzas
en sus espaldas acuestas todo un mundo de tristezas y alegrias
les brindas un sin fin oportunidades
como tambien un gran camino de luchas que ganar
dentro de un lugar donde las miserias abundan
donde un taxista insolente se lleva todo lo que en su paso se encuentre
donde escaleras nos esperan detras de una larga jornada
donde los valores dejaron de ser el pan de cada dia
donde su gente se mezcla entre si, sin distingos de razas
solo hay la picardia de ganarle a la vida un nuevo dia
El Avila en su esplendor diciendo que pese todo el esta ahi para alegrarnos la vista
L.L. LARA
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