Sin empacho reconozco que su lengua de serpiente
me fascinó sin preámbulos y de manera irremediable
no haré mayores confesiones en torno de esas habilidades
y menos ahora que he debido padecer sus revanchas.
Al comienzo fue el paraíso de su boca donde soñé
hasta casi llegar a la pesadilla de no tener sus besos
en alboroto de venenos que tomábamos sin pausas
para rajar las tardes con los latidos de piernas y ganas.
Al final se dedicó a recordar a toda mi parentela inocente
y mi pobre madre ajena a todos mis desmanes
pagó la deuda de sus iras enredadas a mis desordenes
que salieron husmeando los talones de una trigueña vivaz.
Y ese desarmarme de agites revoltosos donde me asesinaba
entre despliegues de mariposas en mi boca
ahora es saeta que me acribilla hecho aliento de hienas
odiando a este despojo de fidelidades que se enamora a diario.
® Alfredo Cedeño
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