Yo sólo pretendía brindarle un café
negro e inofensivo como mi pelvis
y en el piso de mi cocina comenzó
un sabroso camino hasta mi cama
donde naufragó mi corazón mañoso.
Entiendo que no quieran creerme
pero mi buena intención era real
y la creí a prueba de tentaciones
pero sus ojos fueron dos aguijones
que me inflamaron las entrepiernas.
También aportaron su cuota los pies
que me rozaron en sedosa alevosía
antes de arrastrarme cuarto adentro
con el borde esmaltado y precioso
de sus uñas donde bien podría morir.
No menos aportaron sus nalgas macizas
de estampa firme y formas soberanas
que con porte augusto soliviantaron
hasta la fe de santos, Papas y beatos
mucho más la de este pobre pecador.
Ni hablar de sus pezones como almíbar
endulzándome labios, vida y lengua
en prodigio de texturas y sabores
donde los dátiles y la hierbabuena
me rebañaron las sobras de la decencia.
® Alfredo Cedeño
4 comentarios:
Habria podido jurar que es mi regalo por...
Es bueno cuando las letras nos hacen vivir la historia...
Cuántas serán las que creen que ese poema es la historia de ellas?
Esa cocina tuya...
Tiene tanto que contar...
Infusión diría, que de excitante poesía erótica. Besos Alfredo. Encantada. Siempre me da gusto saborear tus versos.
Patricia Helena Velez R.
¿La infusiónº siempre da las ganas de pecar hasta morir? Ch.
ºDel lat. infusĭo, -ōnis
Publicar un comentario